QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

INICIO

—Yo —dijo— ni sé quién soy ni quién me ha dado el ser, ni para qué me lo dio: ¡qué de veces, y sin voces, me lo pregunté a mí mismo, tan necio como curioso! Pues si el preguntar comienza en el ignorar, mal pudiera yo responderme. Argüíame tal vez, para ver si empeñado me excedería a mí mismo; duplicábame, aun no bien singular, por ver si apartado de mi ignorancia podría dar alcance a mis deseos. Tú, Critilo, me preguntas quién soy yo, y yo deseo saberlo de ti. Tú eres el primer hombre que hasta hoy he visto, y en ti me hallo retratado más al vivo que en los mudos cristales de una fuente que muchas veces mi curiosidad solicitaba y mi ignorancia aplaudía. Mas si quieres saber el material suceso de mi vida, yo te lo referiré, que es más prodigioso que prolijo. La vez primera que me reconocí y pude hacer concepto de mí mismo me hallé encerrado dentro de las entrañas de aquel monte que entre los demás se descuella, que aun entre peñascos debe ser estimada la eminencia. Allí me ministró el primer sustento una de estas que tú llamas fieras y yo llamaba madre, creyendo siempre ser ella la que me había parido y dado el ser que tengo: corrido lo refiero de mí mismo.

CRITICON

Título: EL CRITICÓN (1651-1657)

Autor: Baltasar Gracián (1601-1658). Jesuita y escritor conceptista

Edición: Narrativa Austral. Espasa. Elena Cantarino.

Introducción: Emilio Hidalgo-Serna

https://assets-libr.cantook.net/assets/publications/13854/medias/excerpt.pdf     80 páginas.


Tengo escrito bastante sobre lo leído de Gracián, pero nada sobre su Criticón, así que tenía curiosidad por entrarle. Y no he salido defraudado porque he podido comprobar que Gracián ha sido un adelantado de otros muchos y un inspirado por otros tantos, todos importantes; luego explicaré por qué pienso así.


El título resulta curioso porque en el libro no hay nadie que critique mucho; ni poco, siquiera. De hecho, sólo hay dos personajes que son a la vez protagonistas y narradores, pero no critican nada. Me he esforzado sin éxito en encontrar la etimología del sufijo aumentativo –on de aparente procedencia griega, lengua en la que no veo aumento alguno en los nombres (panteón, orfeón, trialón, Decamerón –diez días: - …); sí en los verbos. Ver NOTA al final.


El libro es una alegoría de la creación que recuerda muy de lejos al Génesis y al Paraíso perdido de Milton. Es más naturalista que teológico  aunque se mantiene firme en las manos de Dios creador. No sé si esto pueda tener que ver con el hecho de que al final de su vida, Gracián, cansado de los reproches que le hacían los de su orden pidió pasarse a otra orden de tipo mendicante, sin que Roma se lo permitiera.


Los personajes tienen los nombres adecuados a su papel: Andrenio es el humano (aner, andros) que procede del primitivismo más absoluto, y Critilo que enjuicia la relación entre ambos (crisis).


Hay que decir algo del paginado. De las 80 páginas del texto digital, sólo las 25 últimas corresponden al libro de Gracián que ha de tenerse, por consiguiente, como  obra breve, pero no liviana, sino de mucho peso y buena literatura. Las 55 primeras constituyen la estupenda introducción de Emilio Hidalgo-Serna.


Gracián divide su libro en capítulos que llama CRISI, en el sentido de juicio. Ha de añadirse que el texto de Gracián está enriquecido con notas a pie de página que aclaran conceptos, de acuerdo con el Diccionario de Autoridades, de la Real Academia Española, y del TESORO DE LA LENGUA CASTELLANA (Cobarrubias 1611).


Critilo es un náufrago que llega a una pequeña isla perdida en medio del océano. No es el primer naufragio que se conoce. El primer naufragio lo publicó Pedro J. Ramírez en 2011. Un título alegórico pero oportuno para encabezar una gran obra: el primer fracaso de la democracia al verse desbordada por el terror de la Revolución francesa.


Hay también otro náufrago famoso que llega de isla en isla al mismo sitio que Critilo. Había nacido en la isla de Córcega, pasó por la de Elba y terminó en la de Sta. Elena, en medio del Atlántico sur donde Gracián sitúa la acción de su Criticón. Había naufragado justo un poco antes (1815) en Waterloo por cuenta de Wellington, donde ahora también naufraga un prócer catalán desde 2017.


Ya tenemos a nuestro náufrago Critilo recién llegado a la costa de la isla de Sta. Elena, frente a frente con Andrenio, un gallardo joven, un hombre raro tanto para sí mismo, como para el recién llegado. Lo es tanto, como que es nacido de animales, amamantado por una hembra animal y crecido entre sus congéneres originales. Asombrosamente, Gracián le ha hecho crecer a lo humano casi de forma instantánea para que pueda entenderse con su interlocutor.


Podría decirse que estamos ante una representación de El origen de las especies (en este caso, de la especie humana) que Darwin escribió en 1846 después que diera la vuelta al mundo durante cinco años para ilustrarse en la materia. En ese recorrido tanto en la salida como en la vuelta a Inglaterra, Darwin no hizo escala en Sta. Elena, aunque pasó muy cerca de ella las dos veces. Gracián se le adelantó en casi 200 años. También es cierto que Rómulo y Remo ya se habían alimentado de una loba.


Asómbrense de lo que Andrenio dice a Critilo nada más aprender a hablar: