INGENIERÍA Y LÍMITES AL CRECIMIENTO

Durante el año 2010 he tenido ocasión de participar en reuniones tenidas en el Instituto de la Ingeniería de España sobre la crisis del 2007 en adelante.

Quiero ahora, desvinculándome de lo institucional, mostrar cuales fueron mis aportaciones al respecto. Lo haré de manera desorganizada, en forma de hitos desvinculados. Lo haré en relación con las pautas planteadas en el Grupo de Trabajo del IIE al que concurrí entonces.


25-4-10.- El cambio de modelo económico ha de ser tan profundo como se necesite para que en el nuevo, no sea absolutamente imprescindible tener que crecer para vivir y para salir de las crisis.


10-3-10.- … no es broma lo de que el monte es la gran baza para resolver la crisis de empleo.

De las repoblaciones actuales hay algo que me preocupa: Seguimos con especies de crecimiento rápido en vez de acudir a especies menos vulnerables o de crecimiento más lento. La cuestión forestal, por su propia naturaleza, se ha mantenido ajena al crecimiento económico. ¡No la contaminemos ahora con el afán de crecer que nos invade! (sobre todo si se dan facilidades excesivas a la intervención privada: merece las justas, las que sean acordes con la naturaleza y no con el consumismo).

Me sorprende que en la Península no se reforeste con pino canario. Doy fe de que se adapta muy bien aquí, y tiene unas insuperables ventajas como resistente al fuego, capacidad de regeneración y posibilidades madereras. ¿Se madera en Canarias o allí sólo se aprovecha su sombra?

Mi duda: el producto de la poda, tan apetecible para quemarlo produciendo energía o para producir pasta, no detrae riqueza en humus al bosque para su propia supervivencia? He visto que en algunos sitios se trocea mecánicamente y se deja in situ.

Enlazo lo del crecimiento del árbol con el crecimiento del bosque intensivo. ¿Nos conducirá éste al agotamiento del suelo como ya ocurre en las explotaciones agrícolas intensivas? Habrá que abonar también los bosques con las consecuencias que de ello se siguen (conocidas en lo agrícola pero desconocidas en lo forestal?

El monte, con su expresión a largo plazo, es la gran reserva natural que nos queda para la cría de estadistas, que no de políticos, naturalmente!

Bosque y empleo. ¿Y quien paga a los obreros del bosque? pregunta la gente. Primero, ahorrando en prestaciones de paro. Luego facilitando la actividad venal privada del bosque (me sorprende que el 66% sea de propiedad privada). Y por último internalizando la aportación que hace a la sociedad: lo no venal. Hoy se habla mucho de esto pero a nadie se le ocurre aplicarlo al bosque, simplemente porque no es algo de corto plazo. A ver si el mercado de emisiones arregla esta cuestión! (cosa que dudo; el mercado no arregla nada asociado al procomún).

Turismo y bosque es un recurso escasamente explotado. Evitar el turismo masivo, el de alta densidad. Afortunadamente en España podemos tener mucha superficie de monte alto: aprovechemos esta circunstancia para desarrollar un turismo de selección, de baja densidad.


25-11-09.- … nuestro análisis se hizo pensando, no en la presente crisis, sino en la otra más profunda y de mayor alcance, la de los límites al crecimiento que empezamos a ver impuestos por la naturaleza. Sin embargo, no estará de más que, teniendo dos ojos como tenemos, hagamos un esfuerzo para poner un ojo en una crisis y el otro en la otra, a la hora de llegar a los resultados finales.

Como no siempre está clara la frontera entre los conceptos educación y formación, por pura razón práctica, yo voy a deslindarlos como sigue.

     

Educación: Hacer crecer las facultades intelectuales del niño y del joven, a sabiendas de que en el nomenclátor de la sociología actual los jóvenes pueden ir desde los 15 a los 45 años..

     Formación: Preparar intelectual, moral o profesionalmente a los mayores.


Está muy bien educar para la ciudadanía que tenemos, es decir para que el individuo se sepa comportar debidamente como persona en la sociedad que le rodea.


     Pero esto, hoy, no es suficiente. La sociedad que rodea ahora es la global, que se atisba distinta de la que nos es familiar. Y la cosa no se resuelve con ser solidarios de pacotilla, interculturalistas incultos o xenófilos cuando no nos aprieta el zapato.


     La sociedad global, para serlo, ha de ser sostenible, y la que se está creando no parece que lo sea. Y ello porque esa creación se basa en el consumo exponencial que practicamos en el primer mundo, que alabamos en el segundo y que necesitamos impregne al tercero para que los del primero podamos seguir creciendo en consumo, y  así continuar la espiral.


     No. Hay que educar a los niños en una sostenibilidad global que pasa por un poco de renuncia solidaria que, por cierto, no consiste en la dádiva virtual de nuestro postre a un negrito tanzano. El niño debe entender, p.e, que no necesita un flujo constante de ropa nueva que poco después tira a la basura. Hay que explicarle que ese ejercicio de consumo tiene tras sí una actividad que degrada la materia y la energía, que provoca cambio climático y que tendría mejor aprovechamiento empleada en satisfacer las necesidades elementales del niño tanzano.


Nuestros niños deben ser educados para distinguir cuales son sus necesidades elementales y así poder apreciar las de los demás. Deben estar familiarizados con la pirámide de las necesidades de Maslow para que de mayores, si leen a Wodehouse no crean que es necesario comer ostras con champagne en el Club de los Zánganos. Deben entender lo que quiere decir nuestro académico José Luis Pinillos cuando afirma que tenemos muchas necesidades innecesarias.


Pero puede ocurrir que haya profesores que ejerciten su objeción de conciencia para no educar en esas excentricidades porque, dirán, si no consumimos mucha ropa y además no seguimos las costumbres marquistas, ¿de qué van a vivir los que fabrican textiles y los que los venden en Lavapiés o en las boutiques de moda, o los que se dedican al marketing publicitario?

Se nos ha metido en la conciencia individual tan eficazmente el axioma de que nuestra sociedad tiene que crecer si quiere sobrevivir, que nadie discute la cuestión. En estas condiciones no es lícita la ocurrencia de imaginar otras alternativas: imaginar no sería correcto.


     Por el contrario, a los jóvenes hay que formarlos para que imaginen y desplieguen su creatividad. Deben acudir a talleres en los que se enfrenten, en grupo, a resolver problemas, y este del crecimiento sin fin debe ser el primero de ellos.

     Deben aprender a situarse ante un problema (y no ante un supuesto sucedáneo); a observarlo (con el macroscopio si fuera necesario -ese instrumento tan útil para estudiar las cosas complejas-); a imaginar sobre él sin freno (que lo absurdo de uno puede suscitar lo ingenioso en otro); por último, a actuar con la prudencia que induce a hacer las pruebas con gaseosa.



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