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    Pgs.  1    2          

Título: LA VIDA EN LOS CONVENTOS Y SEMINARIOS (memorias de un colegial)

Autor: Luis Astrana Marín.

Editó: Sucesores de Rivadeneira. Colección Mercurio, 1915; 285 páginas.

                https://archive.org/stream/lavidaenlosconve00astr#pge/17/mode/1up

Cuando traduje los sonetos genesiacos de Shakespeare tuve ocasión de acercarme a AM del que conocía su debilidad por el Maestro Inglés a través de la traducción de su producción dramática. Ya había leído yo Hamlet y Macbeth en la traducción de AM. Además, él había traducido sus sonetos en prosa poética; yo los traduje en alejandrinos blancos. Desconocía, en cambio, este libro que comento ahora y cuya existencia me ha sido revelada por mi amigo Mariano Nieto que es paisano de AM: ambos son conquenses.


El libro es autobiográfico y abarca la vida de su autor desde los 9 hasta los 18 años aunque lo escribió cuando tenía 25. Es de suponer que al escribirlo le dio forma utilizando su memoria, sus apuntes y sus cartas (las dirigidas a su tío) para homogeneizarlo todo en un estilo exquisito que difícilmente pudo estar ya tan maduro en un tiempo variable e inconsistente como es el de la infancia y juventud.


Estilo elegante pero variado: Ya recuerda a Bécquer, ya a Quevedo (¡Ah, su admiradísimo Quevedo!), o a la prosa de la novela picaresca.


AM no rehusa su presencia en el libro expresada en primera persona, ya sea para bien o para mal. Pero lo que resulta curioso es que detraiga de sus parlamentos todo lo relativo a  la toponimia de los acontecimientos. De poco le sirve el recurso cuando los lectores son de Cuenca porque la desestructuración de los nombres de ríos, pueblos, monumentos, etc. canta demasiado. A quienes no somos de Cuenca nos basta con leer en la pág. 227

… no en balde en su escudo estaba dibujado el emblema: una estrella de oro y un cáliz a sus plantas.

Que no es otra cosa que el escudo de la ciudad de Cuenca. Al final de la página concluye:

Ésta era Episcópolis …

Es decir, para AM, Cuenca, cuyo verdadero nombre oculta era, por excelencia, la ciudad del Obispo. También podría haber dicho de ella que era una ciudad levítica que es como J. Pla calificaba a Gerona. Total, que se trataba de una ciudad tan curial como la otra. Entre lo episcopal y lo curial hay que recordar que para Pla ya existía en su querido Ampurdán el pueblo de La Bisbal, es decir, la villa o la ciudad Obispal.

Esta forma de ocultación recuerda también mucho a “La Regenta” de Clarín en la que la ciudad de Oviedo es apodada Vetusta.


Nuestro autor tiene una personalidad compleja  que se refleja en las páginas del libro. Su presentador y amigo  Domingo Blanco lo dice en su SEMBLANZA:

Otra condición para facilitar una buena semblanza es que ni su temperamento ni su psicología [del autor] ofrezcan múltiples variantes … Y esto es lo que sospecho que va a ocurrir en el caso presente.

A pesar de las múltiples variantes que sí se dan en nuestro autor, la semblanza es magnífica según puede comprobar el lector al releerla después de acabar el libro.


Me fijaré en algunos extremos.

Su sentido del humor; en la pág. 24 dice:

Nunca lo dijera. Más azotes me valió aquella declaración que corcheas escribió Beethoven.

La cosa se aclara en la página siguiente: