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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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    Pgs.  1    2

Fig. 1

Fig. 2

Como se ve, la Fig. 2 es un cuadrado de 10x10 m con un águila imperialísima centrada en él; tiene un área con los mismos m2 que la superficie neta de la Fig. 1. Pero su planta no se corresponde con la de dicha Fig. 1, así que el Emperador montó en cólera e hizo escribir una carta de airada queja a los persas (nada que ver con las satíricas Cartas Persas de Montesquieu, aunque éstas también tuvieran relación con ciertas anomalías habidas precisamente entonces en Ispahán).


Los persas contestaron a Carlomagno que no debía preocuparse: no tenía más que consultar con su geómetra que le diría cómo transformar la superficie de la Fig. 2 mediante un corte único para adaptarla a la superficie de Fig. 1.


Así lo hizo el Emperador. Su geómetra, que no entendía de dibujo ni de morfología de aves, sino exclusivamente de geometría, se puso manos a la obra y, en un trabajo de gabinete que duró un santiamén, dividió en dos partes iguales la superficie de Fig. 2 de tal manera que el problema quedaba resuelto.


Ello se ve en la Fig. 3 que muestra el gran cuadrado de Fig. 2 surcado por una línea quebrada de 17 tramos por donde debería cortarse la alfombra. Se aprecia que las dos partes resultantes son iguales con sólo girar una sobre otra 180º. Que resuelven el problema se comprueba sometiendo p.e, la parte superior a una traslación horizontal de 2 metros a la derecha seguida de otra vertical hacia abajo, de un metro.

Fig. 3

Carlomagno aceptó la solución, se caló su corona imperial (no se la quitaba ni para cepillarse los dientes), y se sentó a hacer los obligados recortes (Fig. 4). Como se sabe, el poder siempre es fiel a las instrucciones de recorte que proponen los técnicos.


No bien hubo obtenido las dos partes alfombrarias iguales y colocado éstas en su sitio que, al ver el resultado, montó por segunda vez en cólera: ahora, contra el geómetra. Tenía razón, y si lo dudan, vean cómo quedó la cosa según la Fig. 5.