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Siguiendo con las connotaciones clásicas o tradicionales de la poesía de Cernuda, quisiera recordar su único soneto que conozco, el titulado Divertimiento del libro Vivir sin estar viviendo. Su estructura recuerda un tanto al famoso soneto de Lope Un soneto me manda hacer Violante. En los dos últimos versos el propio soneto le recuerda a Cernuda esa coincidencia, mientras le aconseja que se olvide de este tipo de ejercicios poéticos. En vano trata Cernuda de ayudarse del poeta francés Mallarmé. Por cierto, de influencia francesa es en Cernuda el uso de tal en vez de cual que tanto se prodiga a lo largo de toda su obra, y tal como se ve en el verso 10.


Asimismo, Cernuda usa una estrategia compositiva en forma de original diálogo entre el soneto y el poeta. Ya he señalado antes otras formas de parlamento que el poeta emplea abundantemente a lo largo de toda su obra. El soneto completo dice así:


        "Asísteme en tu honor, oh tú, soneto."                   (371)

        "Aquí estoy. ¿Qué me quieres?" "Escribirte."

        "Ello propuesto así, debo decirte

        que no me gusta tu primer cuarteto."

       

        "No pido tu opinión, sí tu secreto."

        "Mi secreto es a voces: advertirte

        le cumple a estrofa nueva el asistirte.

        Ya me basta de lejos tu respeto."

       

        "Entonces ..." "Era entonces. Ahora cesa.

        Rima y razón, color y olor tal rosa,

        tuve un día con Góngora y Quevedo."

       

        "Mas Mallarmé ..." "Retórica francesa.

        En plagio nazco hoy, muero en remedo.

        No me escribas, poeta, y calla en prosa."


La décima abunda en la poesía primera de Luis Cernuda (Primeras poesías y Perfil del aire), casi siempre contraviniendo la regla de no admitir punto después del 5º verso, cosa muy de agradecer por el lector que así no perece ahogado.


Quiero traer aquí el Poema IV porque creo que puede representar muy bien, aunque primitivo, la obra completa de Cernuda: el morir de amor; la ausencia; la sensualidad de los cuerpos; el peso de la realidad que quita alas al deseo (por cierto, la voz ala es el auténtico ritornelo en la poesía de Cernuda); la sombra como única realidad, aunque sea ficticia, etc. etc. Veamos el poema completo:


        Morir cotidiano, undoso                  (42)

        entre sábanas de espuma;

        almohada, alas de pluma

        de los hombros en reposo.

        Un abismo deleitoso

        cede; lo incierto presente

        a quien con el cuerpo ausente

        en contraluces pasea.

        Al blando lecho rodea

        ébano en sombra luciente.


Para cerrar el arco que se apoya al comienzo de la obra de Cernuda en la décima que acabamos de oír con sus connotaciones más significativas, veamos a continuación un romance que se destaca entre sus poemas inéditos (recogidos en el Apéndice de sus Obras Completas).


Tiene este poema la misma sustancia que la décima anterior, pero con algunos añadidos que asimismo son fundamentales en la poesía de Cernuda. En primer lugar, los muros: cuando son sólidos y opacos conducen a la opresión y cuando son ligeros o se vienen a tierra, a la liberación, a la superación de la realidad. Los cuerpos desnudos de los adolescentes, tan caros al poeta, tanto por la sensualidad como por la belleza que emana de ellos: todo tan ligado a su atracción por la Roma y la Grecia clásicas, sus formas esculturales, su mitología, etc. Oigamos los diez primeros versos del romance:


        De tanta estival presencia                  (814)

        henchida canta la casa:

        celestes muros ligeros

        levantados como alas,

        por el jubiloso espacio

        se la llevan en volandas.

        Desnudo el cuerpo, tan puro

        en su adolescente gracia,

        entre la fronda vislumbra

        fugitivas sombras blancas.


Próximo a él, en el mismo Apéndice nos encontramos con un poema hexasílabo. Es esta forma de poema tan antigua como el Mester de Clerecía, el Arcipreste de Hita o el Marqués de Santillana. Los románticos lo descartaron, tal vez con la excepción de Becquer en su magnífico y patético poema que contiene el conocido estribillo Dios mío, qué solos / se quedan los muertos. La Generación del 27, por su parte, recuperó el hexasílabo. He aquí el referido poema completo:


        Tierna desazón                  (812)

        rinde al albedrío

        que, de su entereza,

        abdica sumiso.

        Aspira la frente

        humedad de llantos,

        débiles reproches

        del vuelo apresado.

        Tiende el arco iris

        su vano esplendor.

        ¿Se tornará nube

        y huirá desazón?

        ¡Escondeos ojos!

        y caigan las lágrimas

        sobre las mejillas de

        tibia almohada


No es el único hexasílabo: Tarde oscura de Como quien espera el alba es otro bello ejemplo.


Muchas cosas más podrían decirse de Luis Cernuda que afectan muy directamente a su obra tales como su exilio, su inconformismo, su incomodidad en tierras extrañas, etc. Pero hay una cuestión que no quisiera pasar por alto antes de terminar: su preocupación por la trascendencia.


Un poeta de fibra romántica como Cernuda tenía que afrontar esa realidad si bien en el contexto de su propia perplejidad: sabe que no basta tratarla consigo mismo pero ignora si su interlocutor debe ser Dios o el demonio. Ya en su poema Mi arcángel del libro Donde habita el olvido el poeta decide que su ángel de la guarda no es sino el demonio, y termina así su poema:


        Estás conmigo como están mis ojos en el mundo                  (163)

        dueños de todo por cualquier instante;

        mas igual que ellos, al hacer la sombra, luego vuelvo,

        mendigo a quien despojan de su misma pobreza,

        al yerto infierno de donde he surgido


Pero es en su largo, denso y profundo poema Noche del hombre y su demonio de Como quien espera el alba donde el hombre, en diálogo con el demonio recorre la intrincada peripecia humana. No hay tiempo para leerlo completo, pero desgranaré algunos de sus versos:


                  Dice el hombre:                   (331)

        Entre los brazos de mi sueño estaba

        aprendiendo a morir. ¿Por qué me acuerdas?

        ¿Te inspira acaso envidia el sueño humano?

                  Y replica el demonio:

        No solo forja el hombre a imagen propia

        su Dios, aún más se le asemeja su demonio.


En fin, Goethe unos años después.




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