LA SOCIEDAD DE LAS CAMISETAS


     He leído recientemente un libro que recomiendo encarecidamente y que se titula La sociedad madura. Lo escribió hace casi 40 años (1972) el físico D. Gabor, Premio Nobel de Física 1971. Hice la referida lectura en coincidencia casi casual con el final de otra: La polémica sobre los límites del crecimiento, libro escrito por Ramón Tamames en 1974.


     Esa coincidencia se explica así. Disponía yo de ambos libros en mi biblioteca desde que se publicaron, pero nunca los había leído, y sólo sus títulos me daban una pista de los contenidos. Los elegí para mi  lectura de verano porque desde hace tiempo venía necesitando aclarar mis ideas sobre el crecimiento desbocado que padecemos. Pero en mi elección no influyó el hecho, comprobado a posteriori, de que ambos libros compartieran gráficos y temática del estudio que el MIT inició en 1970 para el Club de Roma (CR).


     Como se sabe, el CR fue fundado en 1972 por el italiano Dr. Aurelio Peccei, director de Italconsult, empresa consultora para el desarrollo económico e ingeniería, y ligado a Fiat y Olivetti. Fue financiado por la Fundación Giovani Agnelli (Fiat), y compuesto por eminentes economistas, planificadores, genetistas, sociólogos, politólogos y empresarios. Entre ellos estaba C. Wilson, del Massachussets Institute of Technology (MIT). (RT 89. -Ramón Tamames, pág. 89 de su libro La polémica sobre los límites del crecimiento, Alianza Editorial 1974-).


     A este famoso Instituto de Boston acudió Peccei en busca de soluciones alternativas a lo que el CR llama la problemática mundial (RT 87): la pobreza en medio de la abundancia; la degradación del medio ambiente; la pérdida de fe en las instituciones; el crecimiento urbano sin control; la inseguridad en el empleo; la alienación de la juventud; el rechazo de los valores tradicionales y la inflación y otras distorsiones monetarias y económicas.


     El MIT elaboró dos informes titulados Los límites del crecimiento: el del equipo de Forrester (Laboratorio de Dinámica de Sistemas) y el de su discípulo Meadows que aporta perfeccionamientos pero sin grandes cambios. Ambos se resumen en sendos gráficos que muestran los correspondientes cronogramas con la evolución de las 5 variables dinámicas básicas del sistema mundial: Recursos naturales, calidad de vida (alimentos per cápita -Meadows-), población, inversión de capital (producción industrial per capita -Meadows-) y contaminación. En realidad, la calidad de vida es un indicador más bien que una variable dinámica.


     Los gráficos van de 1900 a 2100 y tienen, en cada caso, un doble alcance: la evolución de las variables si no se actuara sobre ellas en forma distinta de la que estaba  al uso, y su evolución en caso de adoptar las medidas que preconizan los correspondientes informes del MIT.


     Me voy a fijar en estos cuatro gráficos aunque, evidentemente, hay muchísimos más. Ello se debe a que el gran informe es fruto de modelizaciones diversas apoyadas en un sistema de 45 ecuaciones (RT 100) resuelto con potentes (aunque, hay que decirlo, primitivos ordenadores). Meadows manejó 77 en vez de 45 ecuaciones.


     Aquellas medidas preconizadas por el MIT conducirían, de hecho, y según este Instituto evidenció, a los límites del crecimiento, cosa que equivale al crecimiento cero de todas las variables básicas del sistema (RT 100). Este importante detalle da derecho a pensar que el CR pidió al MIT esa orientación para su estudio, aunque a la vista de éste (y hay que pensar que de otras sugerencias), el CR se expresara así (RT 157):


     El CR no es un grupo de abogados del crecimiento cero, aunque sentimos firmemente que la naturaleza, tendencias, calidades y consecuencia del crecimiento requieren un análisis y una discusión en profundidad y de forma continuada.


     Con esta declaración el CR pretendió, de alguna manera, desmarcarse del informe del MIT de cara a la galería; pero todo apunta a que no lo consiguió, pues la opinión pública siempre asoció el crecimiento cero con ambos.


     Sin embargo, desde hace mucho, el CR nunca habla ya de crecimiento cero y sí de desarrollo sostenible que es el eufemismo políticamente correcto con que se denomina el desarrollo desbocado que padecemos.


     Como se ve de todo esto, parece haber un error semántico quizás intencionado. Nadie con sentido común, y menos el MIT y el CR, es partidario de un crecimiento cero sensu estricto. Por ejemplo: crecimiento cero de la población no quiere decir que no se produzcan nacimientos. Significa que se produzcan sólo los necesarios para mantener estable la población teniendo en cuenta las defunciones.


     La única explicación posible a este hecho es que los empresarios componentes del CR y otros colegas de fuera de él, hayan influido para forzar la deriva, que espero y deseo sea sólo semántica.


     Un gerente que yo tuve me decía: “Un negocio es como una bola de nieve; si la paras, se deshace; pero claro, al rodar, crece. Ergo, un negocio, para sobrevivir, tiene que crecer”.


     El argumento de mi gerente es válido siempre que hayamos establecido debidamente las condiciones de entorno; fuera de ellas ya no tiene sentido, se reduce a un sofisma.


     Imaginemos una superficie plana tan inmensa como Siberia, cubierta de nieve. Un hombre puede hacer rodar una pequeña bola de nieve desde los Urales hacia oriente sin limitación alguna a su crecimiento. Excepto que sin tardar mucho ya no podrá con ella; allí tendrá que parar viendo como se deshace cuando llegue la primavera.


     Otro ha tenido más suerte y puede empujar sin esfuerzo su bola de nieve cuesta abajo de una ladera alpina. Pero llega un momento, al pie de la montaña donde resulta que ya no hay nieve. Tiene dos opciones igualmente frustrantes: quedarse a contemplar el deshielo de la bola, o empezar a empujarla cuesta arriba con un empeño de tan bajo rendimiento que conduce, una vez más, al abandono.


     Es decir, un negocio debe poder sobrevivir de una forma distinta de cómo lo hace una bola de nieve.


     Yo creo que la denominación de crecimiento cero fue acuñada con ánimo de desprestigiar el esfuerzo del CR y del MIT, por los mismos que recientemente nos meten con calzador lo del desarrollo sostenible. Razón: que les interesa por encima de todo que no se ponga límite a su crecimiento.


     Obsérvese este matiz. El estudio sobre los límites del crecimiento se basa en una consideración global de nuestro planeta que incluye, naturalmente, a países ricos y pobres (me voy a dejar de eufemismos y voy a simplificar así las denominaciones) y que se extiende a lo largo de los siglos XX y XXI. El llamado desarrollo sostenible se refiere en cambio, según vamos viendo, al desarrollo de los países ricos del aquí y ahora.


     Se pregunta DG 254 (Dennis Gabor, pág. 254 de su libro La sociedad madura, Plaza y Janés, 1ª edición. 1974) ¿Cuánto tiempo podremos continuar con el capitalismo como la forma social en que la empresa privada se ha manifestado más próspera en el pasado?


     Y encuentra la respuesta en  la 1ª edición (1943) de Capitalism, Socialism and Democracy que publicara el gran economista austriaco J.A. Schumpeter. Tiene éste el mérito de que, con gran visión de futuro (aún no había terminado la 2ª guerra mundial), imaginó una sociedad con más ocio, con menos presión de los acuciantes problemas económicos (RT 27).


     Dice Schumpeter (DG 254): El impulso que establece y mantiene en movimiento la máquina capitalista procede de los nuevos bienes de consumo, los nuevos métodos de producción y transporte, los nuevos mercados, las nuevas formas de organización industrial que crea la empresa capitalista.


     Es decir, si esas novedades no se dan de forma natural, habrá que crearlas artificialmente. Las empresas determinarán nuevas necesidades para los ciudadanos y luego se las satisfarán: el ciudadano debe estar consumiendo siempre para que la bola de nieve crezca.


     Lo que no nos han explicado nunca los gobiernos es ese tira y afloja que se traen con nosotros para que consumamos más unas veces a fin de mantener la economía en marcha, cuando otras nos conminan a que nos apretemos el cinturón so pretexto de que eso de consumir es una especie de delito.


     Y Schumpeter dice lo arriba citado cuando la publicidad estaba en mantillas. Qué no se podría añadir hoy (2008) cuando la empresa capitalista por excelencia es la de la propaganda! El maridaje de propaganda y capitalismo ha regalado a nuestra sociedad a su hijo predilecto: el llamado crecimiento sostenible que nos produce empleo, satisfacciones, beneficios, limpieza de conciencia y otras muchas cosas.


     Compartía yo mesa recientemente con alguien que nos estaba poniendo al corriente de cómo se morían los indios por las aceras de Calcuta (hoy, si no has consumido viaje, eres un don nadie). Sin haber terminado su pormenorizado relato se dio cuenta de que al final quedaba libre un hermoso filete en la bandeja; con un hábil movimiento de mano se lo sirvió al grito de no podemos consentir que sobre comida habiendo tanta gente en el mundo que se muere de hambre.


     Esto otro me ha sucedido a mí más de una vez. Como procuro comer sólo lo que necesito, suelo advertir al camarero que me ponga la mitad de su oferta. Al segundo plato ya me he granjeado la enemistad y el mal humor de camareros y maîtres con un ¡Así cómo van a vivir los ganaderos!


     Cuando yo vivía en EE.UU (en el año 1957!) me decía un vecino americano: Nos van a tener que obligar a comer en el jardín de delante para que nuestros vecinos vean que los chuletones que nos comemos sobresalen de nuestro plato más que los de ellos. A ver si así se avergüenzan y consumen más.


     Moraleja: Hay que crecer a toda costa; y como el cuerpo humano tiene impuesta por la naturaleza una limitación a su crecimiento en altura (p.e yo todavía no he visto a nadie que mida 30 metros), pues crece en anchura. Y no vaya a pensarse que lo lamentamos, porque ello iría en contra de la propaganda y de la consiguiente supervivencia de los ganaderos. No, la misma propaganda nos tiene aleccionados de lo simpático que es estar gordito (no se le ocurra a Ud. decir que alguien está gordo).


     En un reciente viaje de larga distancia que hice en autobús, se sentó a mi lado una mujer inconmensurable. Lo de que se sentó es un decir: la sentaron entre varios como estibándola. El cinturón de seguridad, por supuesto, no le alcanzó, y el sacarla de allí al cabo de 300 Km. fue una obra maestra que el chofer coronó después de haber descartado desatornillar el asiento para que se lo llevara puesto. Hay que ver, dijo ella al final tan fresca, parece mentira que los fabricantes de autobuses no tengan en cuenta que hay personas gorditas …


                                                

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