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-El vendedor de una tienda de ropa ha vendido unas camisetas rojas (color del riesgo) y otras naranja (color del aprecio). Todas procedían de Bangladesh donde se compran muy baratas. El tendero consiguió que a las primeras se les pusiera el letrero “Somos los mejores” y a las otras el de “¡Qué guapos sois!”


Las rojas se emplearon aquella tarde del evento para que unas cuantas peñas de deportistas de riesgo se sintieran hermanadas y pudieran compartir sus hazañas sin temor durante unas horas. Al final de la tarde todas las camisetas fueron a la basura porque, dijeron, de algo tienen que vivir los pobres bangladesios, los de la recogida de basuras, los serígrafos y los vendedores. Además, no vamos a conservar unas camisetas sudadas nosotros, tan respetuosos con un medio ambiente que no debe ser deteriorado con la espuma de una lavadora.


Las naranja cubrieron el tórax de la extensa familia que celebraba durante aquel día las bodas de oro de los queridos abuelos. Tuvieron el mismo destino fugaz que las otras.


-Una joven madre de dos criaturas, una de guardería y otra de chupete se afana un día tras otro sin descanso, fiestas ni puentes, en atender a la familia mientras el marido trabaja. Ella sólo atiende; el que trabaja es el marido.


-Un parado, sin entrar ahora en la jungla de sus variedades, cansado de acudir todos los días a la cola del paro por si hubiera algo para él, se cambió a la cola de las Hermanitas de los Desamparados para llevar algo de comer a la familia.


Observemos ahora los tres casos con la lupa del PIB. De los tres, ¿quién cree usted que produce bienes o servicios? Sin duda, el vendedor que, como asalariado tiene su paga, abona los impuestos y tiene todos los derechos propios de la SS. Los otros dos, nada de nada.


La definición de PIB se completa con la del valor que puedan tener los bienes o servicios a él asociados. Ese valor es muy discutido por los especialistas de la macroeconomía. Simplificando, los de tendencia marxista valoran sobre todo el trabajo que se haya incorporado, mientras que los neoclásicos se fijan en la satisfacción que se haya producido con el bien o el servicio.


Sin embargo, está claro que el vendedor prácticamente no ha incorporado trabajo que tal pueda llamarse. Sí hay que reconocer que su servicio ha producido satisfacción. El carácter hedonista de nuestra sociedad agradece mucho estos detalles. Pero también ha devengado otras cosas, como dejé apuntado al contar el destino de las prendas. Y lo que no he contado: Lo más probable es que el algodón de las camisetas provenga del cultivado masivamente en Sudán (del norte) donde el agua del Nilo se emplea para la exportación de la materia prima de estas tonterías en vez de para dar de comer a sus habitantes.


El caso de la joven madre es flagrante. De los tres, es la única que produce bienes y servicios de demanda final que merecen la pena aunque no se expresan en valor monetario. Y uno se pregunta: ¿Es que en el ámbito de la macroeconomía no existen sabios capaces de dar forma a esa inexistente expresión?


Se dirá, a ver de dónde va a salir el dinero para cubrir esa producción si no hay nadie que pague por ella?! La consecuencia es que a causa de ello no forma parte del PIB. Y el Gobierno no puede dar un dinero que no tiene.


Echemos mano otra vez a la lupa del PIB. Ya hemos visto que la producción del vendedor es perfectamente prescindible y sin embargo está acogida al PIB, de tal manera que si negocios como el reseñado proliferan se hará funcionar la manivela de la Casa de la Moneda para que haya efectivo cobertor de semejante y nueva producción. En realidad esto no cuesta dinero. Es lo mismo que se hace para reponer billetes viejos por nuevos.


Por tanto, si se consigue incluir en el PIB el trabajo del ama de casa, el gobierno ya tendrá dinero (el gratuito procedente de la manivela) para atenderla y por tanto para cobrar los impuestos correspondientes a esa atención, porque la madre saldrá corriendo a comprar los biberones de un hijo y el uniforme del otro que, como se sabe, devengan IVA. Y habrá que consignar el ahorro que esto supone para los ingresos del padre.


En cuanto al caso del parado estoy seguro de que los sabios capaces de solucionar el problema de la madre joven habrán aprendido entre tanto lo necesario para resolverlo en cualquiera de los múltiples y variados casos que de hecho se producen. Además, el Gobierno ya va a disponer del dinero necesario: el procedente de los impuestos que va a pagar la madre joven.

La realidad es que los recursos de una nación son escasos. Por tanto el Estado debe establecer una prelación de gastos.

Claro, atendiendo a los imprescindibles y desatendiendo a los prescindibles. Lo acabamos de ver.

El principio de acomodar los gastos a los ingresos se entiende bien para los hogares, pero asimismo debe aplicarse al presupuesto público.

Lo de que se entiende bien no está tan claro. Hay familias e individuos que se endeudan con anticipos creándose las clásicas “dificultades de no poder llegar a fin de mes”. Yo conozco casos y, seguramente usted también. Y luego, como los del “presupuesto público han sido elegidos de entre los mismos que cuando manejaban su privado se endeudaban para la boda de la hija, el crucero de marras o lo que se terciara, pues tenemos lo que tenemos: el déficit que nos merecemos y la deuda que nos ahoga para intentar enjugarlo.

El monumento español a la opacidad burocrática se llama “recibo de la luz”.

Copio de mi esfera.pdf: “… Luego llegó Milton que adornó el paraíso con luchas de ángeles y otros efectos especiales y así, evolucionando sin parar, la especie humana ha alcanzado ese grado de perfección que culmina en el recibo de la luz, difícilmente superable”.

La crisis económica es sólo un aspecto de la crisis de la sociedad, de sus usos y valores, de su organización institucional y política.

Miren lo que dije en mi conferencia del Ateneo de Madrid ya referida antes:

“La crisis que yo quiero enfrentar ahora no es la del 2007 en adelante, sino la otra, más profunda y de mayor alcance que tenemos ante nosotros sin resolver ya hace más de 30 años.

Que nadie se confunda, pues: estamos ante dos crisis distintas aunque superpuestas. Tan es así la cosa, que he visto a alguien afirmar no estar seguro de si esta crisis del 2007 en adelante es el estertor de la agonía de un sistema, o es más bien el dolor de parto de otro nuevo”.

Desmoraliza la preocupación de que los hijos vayan a vivir peor que los padres aunque hayan acumulado más años de estudios.


Vaticino que nos encontramos ante un cambio de época, algo así como ocurrió con el paso del Imperio Romano a la Edad Media.

Hacia el principio ya me referí al recurso a la Edad Media que emplea nuestro autor. Creo que no debe cundir el pánico por el cambio que viene. La analogía no es mala porque, si bien el Imperio Romano había acumulado un caudal inmenso de sabiduría y experiencia, al final estaba corrompido. Si personificamos la Edad Media en Carlomagno (que no sabía escribir, según A. de Miguel), lo más importante que ocurrió con él fue que la sede del imperio se trasladó de Roma a Aquisgrán (unos 900 Km más al norte) y con ello se amplió el espacio latino con la añadidura de lo germánico centroeuropeo que hasta entonces había sido irrelevante.


Yo creo que la desazón de muchos en la actualidad está causada por el temor de que se vaya a reinstaurar el Sacro Imperio Romano Germánico de Ángela Merkel con su secuela de austeridades. Ésas que seguramente no van a dejar que se satisfagan las necesidades de camiseta que tiene nuestra sociedad.


En cuanto a los estudios, nuestra situación es mucho mejor que la de los medievales. El con creces superado conocimiento grecolatino que poseemos lo tenemos hoy a salvo (I hope) en la nube de Google y Apple. No habrá necesidad de recurrir a los monjes como hizo Carlo Magno para recuperar  el acervo latino.


Me parece discutible lo de que los hijos han acumulado más años de estudios que sus padres. Desde luego, no es ésa mi experiencia y, por si ésta no valiera, ahí está Bolonia que dará como resultado una deserción masiva de estudiantes en los currículos de ampliación (los mismos que antes eran obligatorios).


Lo que es cierto, claro está, porque ocurre siempre, es que los hijos estudian las cosas nuevas que ni siquiera existían en tiempos de sus padres. En las postrimerías de mi carrera (año 1954) el profesor de Electrotecnia nos hablaba de algo llamado transistor de germanio que había de revolucionar la técnica…


La preocupación por vivir peor está fundada en el hecho de que muchos de los empleos usados hasta ahora, ya no sirven. Por citar un caso extremo, yo he conocido en activo los oficios de picapedrero de carreteras y de peón caminero. Los nuevos empleos han de venir de la nube ésa, de los proyectos de mantenimiento y de los derivados de satisfacer las verdaderas necesidades, por ejemplo, las de ayuda a comenzar la vida y al acercamiento de la muerte. Sin descartar los de solidaridad, porque no hay que olvidar que España está al borde de lo estacionario, pero la inmensa mayoría de los habitantes de la tierra se merecen aún un crecimiento digno.

La relación entre paro y PIB  viene dada por la fórmula

Población ocupada = 0,01 × PIB real

que expresa una proporción constante entre PIB y ocupación y, por tanto, entre crecimiento del PIB y del empleo: Si no crece el PIB no se puede disminuir el paro. Esto es lo que tenemos.


Pero como el PIB no puede crecer indefinidamente, el paro no se puede eliminar, si existe en el punto de partida, como es el caso de España.


Lo primero que hay que preguntarse es por qué tenemos el paro que tenemos. El crecimiento lo impregna todo: El PIB, la deuda, la población (su cantidad), el déficit, la corrupción (mirar hacia China), los desperdicios (preguntar en las CC.AA qué pueden hacer con los crecientes deshechos que se les acumulan) … En España se hizo crecer la población innecesariamente mediante una inmigración que había de hacernos lo que no necesitábamos, cosa que la explosión de la burbuja puso de manifiesto. Hoy tenemos en el paro prácticamente igual número de personas que las que llegaron como inmigrantes.


Parece claro que es preciso actuar sobre el concepto PIB para dar en él más peso a los activos inmateriales (los que pueden crecer sin dañar al medio ambiente). En la misma línea se debe alentar el alargamiento del ciclo de vida de los productos evitando los prematuros (y programados) reciclajes tan caros y contaminantes del medio.


Como se ve, si no hay crecimiento exponencial de por lo menos el 2 % del valor del producto al cabo de una generación, unos 30 años, hay frustración. Como el crecimiento sostenido es insostenible, tendremos que acudir al psiquiatra para que nos ayude a superar nuestra decepción: el trabajo del psiquiatra debe tener fuerte peso en el PIB porque no consume ni materia ni energía ni deja residuos (que se sepa).


Que los países emergentes se planteen tasas de crecimiento superiores al 5 % no es ni malo ni extraño. Tienen un gran potencial de crecimiento material en las extensas capas más pobres de su población. Otra cosa es que sea eso lo que hagan, porque mirando a la India, lo que se ve es que quienes más crecen son los de sus capas de riqueza y luego, los que las siguen. Los de abajo del todo se quedan donde han estado siempre. Se actúa de arriba hacia abajo en lugar de hacerlo al revés, de abajo arriba.


Se trata de un error por miopía de los poderosos. No se dan cuenta de que estimulando el crecimiento material de los pobres hasta su nivel de dignidad tendrían a continuación una enorme clientela para sus negocios: este reflujo de abajo arriba sería de efecto inmediato. El contrario, el de la macroeconomía creciente para los ricos dejando a los pobres a la espera de que les alcancen a ellos las consecuencias en forma de microeconomía, ya hemos visto que no funciona.


Y uno se pregunta: ¿Es que en el ámbito de la macroeconomía no existe un solo economista sabio capaz de dar forma a una economía sin crecimiento?


O es que a nadie conviene desmontar el fraudulento axioma hoy al uso de que la economía es así porque así tiene que ser?


Cierto es que el modelo económico actual fue fundado hace dos siglos y medio por Adam Smith sobre los cimientos del crecimiento. El crecimiento material era razonable entonces, pero hoy ha dejado de serlo para los países ricos. Los pobres, tanto los de los países propiamente pobres como los de los ricos aún pueden y deben crecer materialmente hasta el límite de lo digno, nunca hasta los límites del despilfarro absurdo que hoy se están permitiendo los países ricos.


El crecimiento material de los países ricos ha llegado a unos límites que exceden la huella ecológica permisible sobre nuestro planeta y atentan contra la ética y la estética de nuestra conciencia. Porque hay que ver con qué horteradas se nos lacera con pretexto de un crecimiento que genera empleo (supercasinos, superbuques de crucero -con casino, claro, y facilidades para practicar escalada-, supervillas flotantes, superhelicópteros-hotel, superaviones privados semejantes a miniaturas de palacios del antiguo régimen, etc. etc.)!


En mi conferencia repetidamente citada del Ateneo de Madrid venía yo a decir que estamos a la espera de

“Un economista buen conocedor de ambos, el nuevo Modelo Desmaterializado (el estabilizado) y el Modelo de Crecimiento hoy en vigor a fin de no dejarse atrapar por lo vigente, mientras utiliza su sabiduría y aprecio por la excelencia del Modelo Desmaterializado que pueda dar al hombre la razonable satisfacción que necesita”.


Me enfrentaré ahora al Capítulo 2 del libro que se titula “LA NUEVA SOCIEDAD ESTACIONARIA Y LOS CONFLICTOS A GRAN ESCALA”.


Para crear empleo en plena crisis el PIB debía crecer por encima del 2% anual.


¡Misterio! Nadie ha explicado que después se haya creado empleo con un crecimiento del 1 %


Un crecimiento cercano al 2% significa que un país sólo podrá ver doblado el valor de su producto al cabo de una generación, unos 30 años; un plazo demasiado largo para las expectativas de la población española: hay que anticipar algún grado de frustración colectiva.


Un crecimiento del PIB español entre el 2 y el 3 % es también el objetivo de otros países europeos.


Países emergentes se plantean tasas de crecimiento superiores al 5 %.


Nos tendremos que acostumbrar a que no van a volver nunca las excepcionales tasas de crecimiento de la segunda mitad del siglo XX.