QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

INICIO


CALIDADES

El poeta:

Despacito y buena letra,

que el hacer las cosas bien

importa más que el hacerlas.

El ingeniero profesor, a su alumno:

¡Hazlo de la peor manera que sepas,

pero hazlo!

                                                                                                ¿Cuál de los dos tiene razón?

La calidad, una cuestión de equilibrio.


Al final de mis años he necesitado aligerarme de recuerdos archivados para hacer sitio a cosas nuevas y me encuentro con algo tan curioso como artículos escritos hace más de 40 años, algunos editados y otros inéditos; de estos los hay escritos a lápiz en papel que ya amarillea bastante.


He dudado entre reeditarlos o no, pensando que después de tanto tiempo seguramente los asuntos no habrían de tener vigencia dado lo mucho que ha cambiado todo. Al final he decidido meter mano al asunto por tratarse de cuestiones de calidad y llegado al convencimiento de que el concepto de calidad no ha cambiado: lo que ha cambiado es todo lo que se mueve a su alrededor.


Diré en primer lugar que me resisto a admitir la etimología que da el DLE para la palabra calidad. La plantea así:

Calidad < latín qualitas < griego ποιοτης, que significa calidad: un círculo vicioso.


¿Por qué no acudir directamente al griego como hace para caligrafía, que tiene la misma raíz cali-? Sería:

Calidad  < griego καλος, η, ον (hermoso, perfecto, excelente) + -dad (denota condición, cualidad de ser).


Ignoro lo que se pide hoy a la calidad, pero deseo que sea lo mismo que hace 26 años cuando yo la definía como que era “Dar satisfacción al cliente mediante el cumplimiento de una especificación acordada con él”.


Una buena definición exige dos condiciones::

-Que lo definido no entre en la definición.

-Que en cualquier contexto donde se emplee lo definido pueda sustituirse éste por su definición. Un ejemplo de lo último:


Si decimos “Para ofrecer calidad tenemos que cambiar muchas cosas”, Debemos poder decir también “Para ofrecer dar satisfacción al cliente mediante el cumplimiento de una especificación acordada con él, tenemos que cambiar muchas cosas”. Lo definido se convierte automáticamente en un hipertexto, en un bocadillo digital.


Obsérvese en este ejemplo que el sustantivo femenino calidad es sustituido por un verbo, dar. A primera visto esto parece una discordancia, pero no hay tal. El verbo en infinitivo equivale al nombre del verbo, en neutro que vale tanto para el género masculino como para el femenino; así pues, sucede que hemos cambiado un sustantivo por otro.


Para la definición, me ha gustado el verbo dar. En español tenemos 41 tipos de verbos; pues bien, el verbo dar pertenece al menos, a 12 de ellos. Como curiosidad daré unos ejemplos:


De apoyo: Dar un paseo.


Auxiliado: No podía dar lo que no tenía.


Causativo: Dar miedo.


Deponente (activo que puede usarse como pasivo): Gracias le sean dadas, Señoría, por lo bien que lo hace.


Factitivo: Me di un masaje a fondo en la espalda (no me lo di yo; me lo dio otro).


Impersonal: ¡Qué más da!


Incoactivo: dar a luz.


Irregular: Te doy mi palabra


Pronominal: Me di cuenta.


Recíproco: Nos dimos la enhorabuena.


Semicopulativo: Se dio por vencido.


Transitivo: Dar un consejo.


Vocálico: Dar, raíz terminada en vocal; latina do, … das , dare, dedi, datum.


La definición que aporté tiene la virtud de recoger todo lo mucho y bueno que antes se hizo a favor de la calidad (un recuerdo emotivo para mi amigo Jesús Gª del Valle que fue cofundador de la EOQC (European Organization for Quality Control) y de poner los cimientos para lo que ya aparecía como Calidad Holística: Calidad para todo,  (con espíritu áspero en la primera ómicron, que aporta la h a lo holístico).


En el prólogo de mi libro LA CALIDAD TOTAL, UNA UTOPÍA MUY PRÁCTICA, digo “La Calidad Total en una organización desborda la calidad del producto. Podría definirse sencillamente como Que todos lo hagan todo con calidad, en el menor tiempo posible y de la forma más barata”. Y yo añado ahora que, con tal que la calidad esa que se propugna sea la definida antes.


¿Cómo se engarza esta secuencia? Pues de una forma muy sencilla. La definición de calidad es una oración gramatical completa:

-Un sujeto elíptico que puede acoger a cualquiera.

-Verbo dar; ya hemos hablado de él.

-Complemento directo: Satisfacción. Sí, pero ¿cuánta? ¿Mucha? ¿Poca? ¿La que supone perfección? No, hay que dar bastante satisfacción, la que ha de dejar tanto al proveedor como al cliente algo descontento pero bastante más satisfecho. Satis en latin significa bastante.

-Complemento indirecto: El cliente.

-Complemento circunstancial: Mediante el cumplimiento …


Como se ve, en la reseña acaban de aparecer dos figuras clave: la del proveedor y el cliente sobre los que hay que decir algo. Hay que desterrar la idea del gran proveedor conectado al gran cliente: Una fábrica de automóviles y el operador de una flota de coches de alquiler, por ejemplo. En el mundo del trabajo cada individuo es a la vez proveedor de algo para un cliente dentro de su organización, y cliente de otro que también pertenece a dicha organización.


La calidad total consiste precisamente en eso: en que cada individuo de una organización se aplique el cuento de las definiciones comentadas en su relación con los demás, a propósito de los productos parciales (productos internos que les conciernen).


Todo esto está muy bien pero, al final, ¿quien de los dos del principio tiene razón? Pues los dos, cada uno en su ámbito.


El ámbito del profesor es el del aprendizaje, el de convencer a su alumno de que también hay que aprender a equivocarse. Que no se puede investigar con éxito sin sufrir fracasos; que hay que hacer para adquirir experiencia, y que hay que aprender a hacer con economía de medios, pero con valor, evitando lo paralizante que es el miedo a hacer algo por temor al fracaso. Y aprender también a contar con el azar: El Nobel Becquerel descubrió por casualidad la radiación del uranio cuando investigaba la fosforescencia para producir rayos X.


El ámbito del poeta es la metáfora y ahí Antonio Machado es un maestro indiscutible. Lo que pasa en este su proverbio o cantar es que se queda en la primera palabra, no de la definición, sino de la etimología: el καλον, que ya es cosa de mucho valor.


A Le Corbusier se le atribuye una afirmación muy atrevida que es al mismo tiempo fruto de la comparación de dos factores, estética y funcionalidad. Decía: todo lo funcional es bello; la afirmación parece a primera vista, no sólo atrevida, sino excesiva. Sin embargo, quien haya tenido la oportunidad de trabajar en el diseño y en su evaluación en ensayos y en servicio, habrá constatado muchas veces que aquel diseño que no entra por los ojos, finalmente no funciona.


Otra comparación de dos factores que se deriva como muy útil del complemento circunstancial de la definición, es la de costo y fiabilidad (ésta es la probabilidad de que algo cumpla con su misión).


De lo anterior se desprende la importancia que tiene para la calidad la comparación de factores conducentes al equilibrio de lo satis, de lo bastante.


Me refería al principio a lo mucho que ha cambiado todo. Antonio Machado me ha puesto delante del espejo de la realidad actual con lo de despacito y buena letra. Como otros, he tenido ocasión de asistir a conferencias o congresos internacionales donde siempre había una excelente traducción simultánea. Por lo que se ve, ello era posible y elogiable.


Aunque para ellos no se precisaba traducción simultánea, era un placer escuchar el ritmo de palabra de un Julián Marías, Rafael Lapesa o Pedro Laín Entralgo. Pero, ¿qué ha pasado desde entonces? Pues que todo el mundo habla muy deprisa. Yo les tengo que pedir, no ya a mis nietos, sino incluso a mis hijos, que me hablen más despacio porque no los sigo.


Y, cabe preguntarse, pero ¿por qué ha ocurrido esto? Para mí, tengo una explicación: Hoy todo está dominado por la propaganda. Es la actividad más lucrativa que hay, y la tal empuja a todo actor a abreviar, a acortar tiempos para dejar lugar a más propaganda. Con el tiempo no se puede hacer lo que con el espacio en el que se apila la propaganda en capas (bastante penitencia para un lector que debe seguir creyéndose que esa propaganda, así suministrada, sirve para algo). En definitiva, en los media hay que hablar muy deprisa. Y como a los televidentes se les pega todo lo que les echen los media (éstos lo saben muy bien), pues ya se ve el resultado.


Esto, por lo que se refiera a lo de despacito. Veamos lo de la buena letra. Se conoce que los media se han dado cuenta de mi problema y se han dispuesto a ayudarme subtitulando todo lo habido y por haber. Pero como esta nueva labor también queda en manos de quienes hablan deprisa y son malos simultáneos (malos no; malísimos, y de mala letra), pues el resultado es que te obligan a leer no deprisa, sino a velocidad supersónica algo escrito de forma fugaz y, no sólo con faltas de ortografía, sino con mezcolanzas sintácticas infumables.


El resultado es que ni oyes ni lees. Pero los media no se desmoralizan por eso. Te ofrecen la oportunidad de hacerte el sordo y el mudo para que puedas seguir el discurso con comodidad mirando (todavía no te piden que te hagas ciego) la imagen de la persona que agita sus brazos frenéticamente según la lengua de señas. Espero que estas personas sean más eficaces, responsables y profesionales que las de los subtítulos.