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TÍTULO: La Biblia contada a los mayores

AUTOR: Fernando Díaz Plaja

Signatura en la BN: 4/133883; 197 páginas.

Plaza & Janés, 1976; 2ª edición


NOTA PRELIMINAR

En el umbral de esta nota necesito aclarar unos conceptos tal como, por razones prácticas, los voy a manejar después. Son los de exégesis y exégeta asociados a la hermanéutica con su hermeneuta. Copio las definiciones del DRAE:

Exégesis: Explicación, interpretación.

Comoquiera que cuando se aplican sinónimos se cae irremediablemente en ambigüedad, porque la sinonimia introduce matices diferenciadores, yo me quedo por razones prácticas, como acabo de decir, con:

Exégesis: Explicación.

Explicación: 1. f. Declaración o exposición de cualquier materia, doctrina o texto con palabras claras o ejemplos, para que se haga más perceptible.

Entiendo: “Declaración” … “para que se haga más perceptible” lo que se dice, no lo que alguien piensa que se ha querido decir.

Hermenéutica: f. Arte de interpretar textos, originalmente textos sagrados.

Aquí me he acogido al tropo de la sinécdoque tomando la hermenéutica no solo como el arte (o conjunto de normas interpretatorias) sino como el hecho de interpretar.

Mostraré, con margen izquierdo amplio, las palabras de FDP, el Autor. Sin margen, la exégesis (el texto bíblico de la Nácar / Colunga) y los comentarios e interpretaciones del hermeneuta de mi Biblia, generalmente entrecomillados, mezclados o no con mis aclaraciones y consideraciones que, a veces, van entre corchetes.



Delicioso libro éste que vino a mis manos de las de mi amigo Mariano, siempre tan interesado en la significación de los números, y de otras muchas cosas. Encargué su compra a mi librero habitual, pero no pudo ser, así que Mariano me lo ha prestado para que lo lea; a continuación he decidido escribirlo.

Como el libro está agotado y descatalogado, añado al comienzo su signatura en la Biblioteca Nacional porque puede interesar a alguien que no quiera entretenerse por la Cuesta de Moyano.

Nuestro autor se derrama a lo largo de su breve obra (lo breve, si bueno -que lo es-, dos veces bueno) con la elegancia, maestría, fidelidad y buen humor que le caracteriza. Como se sabe, la Biblia está llena de pecados (de los hombres, claro) y FDP es un especialista en ellos, sobre todo si son capitales.

Cuando hablo de fidelidad, es porque he comparado sus referencias a la Biblia con el contenido original de ésta. Donde puede haber diferencias, y de hecho las hay, es en la interpretación que hace el Autor, de los pasajes, pero esto es, naturalmente, lo que cabía esperar, a pesar de lo cual el lector siempre se ve envuelto en un modo de expresión que se resuelve de forma muy natural con humor, seriedad, pulcritud, respeto y sentido común, ingredientes difíciles de equilibrar si no se posee la habilidad de FDP.

Tan sólo tengo un par de reparos que oponer. En la Biblia hay libros que a su vez están compuestos de varios (Samuel, Macabeos), pero en estos casos nuestro autor no aclara a qué sublibro se refiere. Cualquier facilidad para encontrar lo que se busca en la jungla de la Biblia, se agradece mucho. La segunda objeción es que en la excelente ilustración de la portada que representa a Adán y Eva desnudos negociando la manzana, sobra el ombligo de la dama.

Ya el título es un hallazgo. En mis tiempos (y en los de FDP), la Biblia estaba disponible solamente en forma de Historia Sagrada que era lo natural para los niños, pero que resultaba infantilizante para los mayores, a quienes, sin embargo, eso no les solía importar por dos motivos: primero, porque estaban acostumbrados a ser niños y, segundo, porque el Catecismo de la Doctrina Cristiana ya contemplaba esta circunstancia al tratar a la gente no como niños pero sí como ignorantes. Copio del Astete:

P.: Además del Credo y los Artículos [de la fe], creéis otras cosas?

R,: Sí, Padre, todo lo que está en la Sagrada Escritura y cuanto Dios tiene revelado a su Iglesia.

P.: ¿Qué cosas son éstas?

R,: Eso no me lo preguntéis a mí que soy ignorante; doctores tiene la Santa Madre Iglesia que lo sabrán responder.

Maestro: Bien decís que a los doctores conviene, y no a vosotros, dar cuenta por extenso de las cosas de la Fe; a vosotros bástaos darla de los Artículos, como se contienen en el Credo.

El hecho es que, con todo esto, el Libro Sagrado siempre fue un desconocido para mi generación; añádase que la Biblia era cosa de protestantes, según se oía decir y pude comprobar en mis viajes por los EE.UU: siempre tenía su compañía en la mesilla de noche de todos los hoteles.

Pasa poco tiempo desde aquellos viajes, me caso en 1959 y, miren por dónde, nos regalan la Sagrada Biblia (de la BAC -Biblioteca de Autores Cristianos-) en versión directa de las lenguas originales por Eloíno Nácar, canónigo de la catedral de Salamanca, y el dominico Alberto Colunga, profesor de Sagrada Escritura, también en Salamanca. El Prólogo era del Cardenal Cicognani, Nuncio de S.S en España. En el Pontificado, el Papa Pio XII. La octava edición Nácar / Colunga (1958) estaba, pues, recién salida del horno.

La Biblia empezaba a ponerse de moda en España, sobre todo si te casabas. Y si además eras de Cuenca, tenías que cargar también con La perfecta casada, que para eso Fray Luis de León era de Belmonte, valga la contradicción.

No tengo más remedio que salir en defensa propia de los ataques que ya adivino: dardos envenenados lanzados a un viejo reviejo que no sabe que ya hubo un Concilio Vaticano II y que está todavía en el de Trento. Les haré una confidencia, si me lo permiten: Para mí, el Vaticano II consistió en quitar la misa de espaldas, ponerla de cara y dejar todo lo demás en su sitio que es lo adecuado al Depósito de las Sagradas Verdades. Y si no, que se lo pregunten a Hans Küng que tanto tuvo que ver en el C. V. II con Pablo VI, o a Tony de Mello S.J.

Para comprender mejor lo que digo y lo que diré, voy a volver sobre el prólogo de mi Biblia. Pero añadiré antes, como pura anécdota sin mayor importancia, una serie de sucesos encadenados al modo como los franceses gustan de contar. Cuando yo tenía 13 años, Soria celebraba la entrada en la ciudad a su nuevo Obispo, D. Saturnino Rubio Montiel: Profusión de arcos triunfales  con adornos vegetales y liturgia de altos vuelos. Pasando por una calle, y sin saber por qué, le fui presentado por mi profesor de Religión y canónigo de la Colegiata, como un buen estudiante. El Obispo le repuso con buen sentido: lo que hace falta es que sea un estudiante bueno.

Se ve que el Obispo aprovechó la ocasión para bautizar en la iglesia de los Franciscanos al hijo del Alcalde y primito de mi profesora de Matemáticas. Aquel niño es hoy (2012) quien preside el Congreso de los Diputados. El propio Obispo estaba recién consagrado por el prologuista de mi Biblia BAC.

Para avalar lo que acabo de decir sobre el Depósito de las Sagradas Verdades voy a citar cosas que machaconamente repite el Prólogo de la Nácar-Colunga:

- León XIII proclamó el origen divino de las Sagradas Escrituras en toda su integridad, sin titubeos ni compromisos.

- El libre examen es un defecto fundamental. Los protestantes miran a los Sagrados Libros no como el relato fiel de acontecimientos reales, sino como fábulas ineptas y falsas historias. [parece que el libre examen es sólo imputable a los protestantes, porque  entre los católicos, como no debe haberlo, ni lo hay, ni lo puede haber].

- Los enemigos de las Sagradas Escrituras son los que las atacan con audacia impía y los que suscitan innovaciones engañosas e imprudentes.

- La Biblia es fuente única de la Revelación.

- Frente a este vértigo de doctrinas (las derivadas del libre examen) … levanta su voz augusta el Papa León XIII … invitando a colaborar en esta obra de defensa del … sentido cristiano … de las Sagradas Escrituras a los cultivadores de las ciencias teológicas …


[… en cuestiones religiosas, opino que no hay nada que se parezca a la ciencia. Hablar de ciencias religiosas es, per se, un puro oxímoron. Esto tengo escrito en otro lugar, y pienso que lo mismo cabe decir de las ciencias teológicas. La propia Iglesia cuida mucho de diferenciar Fe y Ciencia como fuentes  distintas de conocimiento].


- El Papado es la Cátedra de la Verdad.

- S. Jerónimo estableció este axioma: Desconocer las Sagradas Escrituras es desconocer a Cristo [axioma: proposición tan clara y evidente que se admite sin demostración].

[No recuerdo haber leído libro con más axiomas que la Biblia, y que más reitere lo verdaderos que son (que sería cosa innecesaria). Tampoco recuerdo ningún libro de matemáticas que insista en la verdad de sus teoremas].

- León XIII instituyó la Comisión Bíblica “para que los estudios bíblicos no se apartaran del recto camino (se trataba de un alto consejo de varones preclaros) y se conserven incólumes no sólo de todo hálito de errores, sino también de toda temeridad de opiniones”.

- Se habla de “los divinos oráculos de la Biblia”, de “la Ciencia Bíblica”, del “carácter divino de las Escrituras”, de las “cartas paternales dadas por Dios a la humanidad”, de “el Libro que encierra la fuente de la vida”.

- S. Juan Crisóstomo se quejaba amargamente de que los fieles de su diócesis no leyeran los Sagrados Libros. Le hubiera gustado que en cada casa cristiana hubiese una Biblia.

- Pero siempre cabía la medida provisional de hurtar a la gente esa lectura, como fruto de la malicia de los tiempos. [entiéndase, la competencia desleal de los protestantes o del indeseable modernismo, o de gente descarada como FDP, etc.].

Hasta aquí, el hagiográfico Prólogo de mi Biblia que, incluso, toma palabras del texto que le sigue: La Carta Encíclica de nuestro Santísimo Señor PIO por la Divina Providencia PAPA XII a los venerables hermanos … sobre el promover oportunamente los estudios de la SAGRADA BIBLIA (30 de septiembre de 1944).

He aquí algunas cosas que extraigo de la Encíclica:

- … y como este Depósito Sagrado ha sido confiado por Dios a la Iglesia, a la que ha hecho intérprete infalible de sus oráculos, es también necesario que nuestro estudio y nuestra lectura vayan iluminados y dirigidos por la luz que brota del magisterio infalible de la Santa Madre Iglesia.

- S. Agustín: Yo no creería en el Evangelio si no me moviese a ello la autoridad de la Iglesia Católica.

- … escritos divinamente inspirados.

- … debemos mostrarnos sumamente agradecidos al Dios providentísimo que como a hijos propios nos mandó estas paternales letras desde la sede de su Majestad.

- … siempre tenga en cuenta el exégeta que se trata de palabra divinamente inspirada cuya custodia e interpretación ha sido, por el mismo Dios, encomendada a la Iglesia.

- Las dificultades han de resolverse fielmente en concordancia con la doctrina de la Iglesia y principalmente por lo por ella enseñado acerca de la absoluta inmunidad de todo error de las Sagradas Escrituras.

- La Revelación, hecha de manera gradual y progresiva, es el fin principal de las Sagradas Escrituras: Dar a conocer al hombre los inescrutables [que no se pueden saber ni averiguar] amorosos designios de Dios sobre Él.

- La Iglesia de Cristo es la fiel depositaria del divino tesoro y el intérprete autorizado de  los Sagrados Libros.

- Todos y sólo los Libros Canónicos, es decir, los que ha incluido la Iglesia en su Canon de las Sagradas Escrituras han sido escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, y son, por tanto, obra Divina.

- La ley del progreso de Santo Tomás dice así: La doctrina de la fe va desarrollándose a la manera como se desarrollan las verdades de una ciencia, procediendo de los principios a las conclusiones. La razón de este progreso no está en Dios, que desde el primer momento podía revelarlo todo, sino en el hombre, que no era materia dispuesta para recibir de una vez todo cuanto Dios quería comunicarle. Sin esta Ley no sería posible establecer la concordia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. [Vamos, una especie de darwinismo teológico o evolucionismo sacro con seis siglos de adelanto].

- Todos los Libros que la Iglesia propone como Canónicos y Sagrados han sido escritos en todas sus partes bajo la inspiración del Espíritu Santo; y está la Divina Inspiración tan lejos de cometer error alguno, como que Dios, Suma Verdad, esté sujeto a error. Tal es la antigua Fe de la Iglesia definida solemnemente por los Concilios de Florencia, Trento y el Concilio Vaticano.

- Santo Tomás [1225-1274] se expresa: El lenguaje vulgar describe las cosas tal como las perciben los sentidos y así también el escritor sagrado expresa las apariencias sensibles, o aquello que Dios mismo, hablando a  los hombres, expresa de humano modo, para acomodarse a la humana capacidad.


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