Estás en: ASIMOV

QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

INICIO

Pgs. 1    2     

Ya no nos queda más que invitar al lector a adentrarse en el libro de actas para empaparse en cosas tan singulares como éstas.

Empédocles (495 - 444 a. C.) decidió que debía de haber cuatro elementos: Tierra, aire, agua y fuego que representasen, respectivamente, lo sólido, lo vaporoso, lo líquido y la mutabilidad. La mayor parte de los objetos, dijo, eran combinaciones de esos cuatro elementos.

No sabemos lo que el filósofo griego podría entender por tierra, pero sí que para 1789 ya se habían descubierto muchos elementos nuevos. De hecho, ese mismo año, Klaproth investigando un mineral oscuro y pesado que había encontrado en una antigua mina de Bohemia, obtuvo un polvo amarillo que le llevó a decidir correctamente que aquello era el óxido de un nuevo metal, el uranio.


A este óxido y a los de los subsiguientes metales descubiertos (circonio y titanio), se los llamaron “tierras” porque eran insolubles en el agua y no se afectaban por el calor.


Es curioso anotar que 86 años después, un compositor, precisamente bohemio, Smetana, hubiera de componer su famoso por bello, poema sinfónico Mi patria, o Mi país (también podríamos decir Mi tierra).


Si yo tuviera que destacar dos hitos en el libro de actas, estos serían Lavoisier y Mendeleiev. El primero representa el final de la alquimia y el principio de la química madura. La clave del cambio radica en que los alquimistas se limitaban a observar lo que pasaba en sus procesos, mientras que  Lavoisier empezó a medir con gran precisión (fundamentalmente, a pesar) lo que se iba produciendo en ellos.


En tiempos de Mendeleiev (nacido en 1834) ya había mucha y muy dispersa información sobre los elementos; tanta, que resultaba de poco provecho. Lo que hizo el químico siberiano es sistematizarla, ordenarla con criterios razonables y tabularla. Su método difería del de otros: se apoyaba en la valencia de los elementos (su capacidad de combinación). Tabulándolos según el orden de su peso atómico, observó que sus valencias seguían una determinada pauta.


Con todo ello compuso en 1869 su famosa tabla periódica de los elementos con sus periodos e hileras mostrando en su sitio cada elemento con su peso atómico. Esto, que era de gran importancia condujo a un efecto secundario más importante aún: Los huecos que aparecían en la tabla debían corresponderse con nuevos elementos aún no descubiertos. Y Mendeleiev predijo las características de dichos elementos faltantes (su peso atómico, punto de fusión, etc.). Y acertó siempre.


La Tabla de Mendeleiev estaba tan bien concebida que resistió la necesidad de ampliarla para acoger a los nuevos gases nobles argón, helio, neón, criptón y xenón.


Luego vinieron los elementos radioactivos a ocupar su sitio en la Tabla y, después, los isótopos, asociados al descubrimiento del neutrón. Hubo otros descubrimientos que facilitaron nuevos encajes en la Tabla (número atómico en vez de peso atómico, las capas y subcapas de electrones, etc.). Y por fin, los elementos artificiales obtenidos bombardeando con partículas alfa a elementos preexistentes. Se han conseguido mutaciones en los elementos a base de manipular las partículas elementales  de sus núcleos.


Se ha conseguido la fisión y la fusión nuclear y se han obtenido decenas de partículas subatómicas, pero

Tales sigue aguardando respuesta a su pregunta: ¿De qué está hecho el universo?


Los científicos continúan luchando heroicamente con la misma antigua pregunta, pero de una nueva forma: ¿De qué están hechas las partículas subatómicas?

CODA     


Ya sabemos, aproximadamente, de qué está hecho el Universo. Por ejemplo, sabemos que el carbonato ácido de sodio está hecho de carbono, hidrógeno, sodio y oxígeno. Y con combinaciones diversas de todos los demás elementos, se puede construir el universo entero (también aproximadamente).


Pero, ¿Y los números? ¿De qué están hechos los números? Por ejemplo, ¿de qué está hecho el número 462?


Muy fácil, descomponiéndolo en sus factores primos se ve que está hecho con el producto de 2, 3, 7, y 11. Lo mismo pasa con cualquier otro número; y si no sale la cuenta es porque el propio número elegido es primo. Así pues, el Universo de los números esta hecho de los números primos como elementos.


Y lo mismo que pasa con la combinación de elementos que exhibe el bicarbonato, los números primos también tienen sus propias particularidades. Por ejemplo, todo número par mayor que 2 puede escribirse como suma de dos números primos. Esto, usted mismo lo puede demostrar en cualquier rato libre que tenga. Yo le mostraré cómo resulta la cosa con los primeros:


4 = 2 + 2; 6 = 3 + 3; 8 = 5 +3 ; 10 = 7 + 3; 12 = 7 + 5; 14 = 11 + 3; 16 = 13 + 3; 18 = 13 + 5; 20 = 17 +3