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QUIÉN hay detrás

QUÉ hay detrás

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Castilla del Pino usa la etimología latina de plurinomia para explicar cómo una personalidad genérica puede representarse mediante apodos diversos. Así a un tipo se le puede apodar el verrugas, a otro, el mansiones, o el chato, el botas, etc.


Para mí, ambos orígenes, griego o latino, tienen connotaciones de semejanza. Pongo unos ejemplos:


Plurinomia

Un tipo puede ser conocido como:

el verrugas, el mansiones, el chato, el botas, el madriles.


Un pueblo puede llamarse:

Alameda del valle, Lora del río, Casas del monte, Bayubas de arriba, Bayubas de abajo, Villafranco del delta,


Polisemia

Luna, como entrada, puede significar:

Satélite

Lámina de cristal en un escaparate


Puente, como entrada, puede significar:

Construcción para poder pasar

Pieza que usan los dentistas para sujetar los dientes artificiales.


Un par de curiosidad diccionariescas.

Mi profesor de griego en Bachillerato, leía en sus ratos libres, todo seguido, un diccionario de alemán.

Mi amigo Mariano tiene una biblioteca excepcionalmente grande. Un día, observado por uno de sus nietos pequeños sacó de ella un diccionario, hizo su consulta y lo repuso en el estante. El niño le comentó sobre la marcha: Como leas tan poco de los libros, no acabarás nunca de leerte todos esos que tienes ahí.

La sensación de desvalimiento frente a lo que nos rodea alcanza su grado máximo cuando uno se establece en un país cuya lengua desconoce.

Yo, que había estudiado cuatro cursos de inglés en Bachillerato, pasado por Berlitz y por el Instituto Británico, llego con mis 22 años a Liverpool para quedarme en Inglaterra un par de años. En la fábrica que la English Electric tenía en East Lancashire road habría de batirme a diario con la gente de los talleres y laboratorios que me correspondían como postgraduado de ingeniería.


Con lágrimas a punto de caerse de mis ojos, acudía a mi patrona en Outer Forum, para desahogar mi pesadilla de no poderme entender allí con nadie. Muy cariñosa, la señora Thompson, me decía: No te preocupes, eso mismo nos pasa a todos. Es que hablan Lancashire.


No contaba yo con semejante contrariedad. Allí hablaban en dialecto Scouse con tal profusión que a los liverpurdianos se los llama scousers.

<Me parece que no andan descaminados aquellos que vinculan la libertad con el dominio del idioma.

Que se lo pregunten, si no, al emigrante español que con su maleta de madera llegaba a una población industrial allá por los años sesenta y setenta del siglo pasado… Con suerte, la fábrica donde apretaba tuercas o pintaba carrocerías durante ocho horas diarias le facilitaba fuera de la jornada laboral un curso de alemán, donde el buen hombre, como buen niño, aprendía a nombrar de nuevo el mundo: Haus, Baum, Hund, (casa, árbol, perro).>

Mi compañero Agustín, que hizo sus prácticas de postgrado en Alemania, me contaba lo listos que eran los españoles esos de la maleta de madera. Diré, entre paréntesis, que Aramburo es un rato perspicaz y sabe que yo también fui a Inglaterra con mi maleta de madera (y mis botas negras del campamento de La Granja). Lo que no sabe es que a esa maleta le falló el cierre en pleno andén de la estación Victoria de Londres con el consiguiente desparrame de todo su contenido.


Pues bien, añadía Agustín: los nuevos obreros españoles en cualquier fábrica de material eléctrico aprendían enseguida lo del in / out (en alemán, ein / aus; eingeschaltet  / ausgeschaltet); en español, encendido / apagado. Su nemotecnia funcionaba así: ein = eincendido; aus = auscuras.

La escuela, nos decía a los profesores examinados el inspector del distrito, no es una institución al servicio del mercado laboral… Está para ayudar a los alumnos a ser, cuando alcancen la edad adulta, hombres independientes, capaces de elegir e incluso de crear sus propios criterios y de usar las herramientas intelectuales adecuadas para entender el mundo y expresarlo: lo cual, se mire por donde se mire, está estrechamente relacionado con el dominio de los idiomas. Y de los números, añadía el inspector, que en todas las reuniones solía reservarse la última palabra.