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QUÉ hay detrás

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CAPÍTULO II: TU HERMANO PUDO SER FELÍZ

En esta ocasión me imagino a Laila con su familia, en cualquier país islámico del oriente próximo, de esos que arrastran guerra desde tiempo inmemorial, muy anterior al del nacimiento de Mahoma, el Profeta de Dios. Pero recrudecida la maldita guerra esa a partir de entonces (así la llama nuestra autora dos poemas más adelante).


Ahora la protagonista no es Laila sino su hermano que es presentado en la despedida de su hermana novia. Le falta el pie que ha perdido en la maldita guerra

que conoció tu padre [la autora habla con Laila]

y que él la va engordando

con los calostros de sus miedos.

Una guerra que cursa de generación en generación y que además de maldita es estéril. Me visita hace unos días un amigo uruguayo que trabajó como arquitecto en Siria en tiempos de Hafez Al- Asad, y que me explica: Éste arrasó por completo a sus enemigos pero todos ellos han rebrotado con fuerza contra su hijo Basar Al- Asad tal como estamos viendo ahora mismo.


Me gusta la pura metáfora que es la pareja de los dos últimos versos que cito: el hijo joven que va creciendo a la sombra de su primer alimento que es el propio miedo en la guerra.


El chico que pudo ser feliz, lo intenta,

Camina y ríe y da los buenos días …

Pero que no le hablen de patrias, de banderas, de fronteras, ni de Dios, ni de la guerra santa. De todo eso que le produce un sinfín de heridas. Entonces se pone serio y las muestra:

Muestra su corazón entristecido.

A propósito de las heridas que muestra el muchacho quiero fijarme en una que Ángela Reyes trata con delicadeza extrema y aún con bella expresión

Él enseña la llaga de su vientre

Por donde se le fueron las masculinas

                                                                lumbres.

No es la primera vez que registro algo semejante al tratar del sexo del hombre: cuando a éste le crece la hombría dice nuestra autora en otro libro refiriéndose a lo que todos sabemos sin que se nos explicite demasiado. Al menos resulta consolador en un mundo tan tontamente machista o feminista.


CAPÍTULO III: LA LUMBRE DEL FARERO

     Historia breve de un flechazo en cuatro movimientos.

Primer movimiento: Tú

Tu canción lo detuvo en tu puerta.

Tu voz era un susurro tibio…

¿Qué cantaba tu canción? ¿Tal vez tu pena?


Segundo movimiento: El farero